Desde Níger, Níiiiiiiger. Es un país propio, con su capital (Niamey), su liga de fútbol y todo lo demás. Bueno, casi todo..pero eso lo iré desgranando poco a poco, que da más morbo..

lunes, 10 de diciembre de 2012

Donne-moi cadeau !

El francés aquí es un idioma raro. No, no es cosa del acento: que ambos habléis la misma lengua no quiere decir que habléis de lo mismo sino de algo parecido.

Antigua colonia del imperio francés, éstos lo único que les dejaron es un idioma pelín cursi y un amor loco por los golpes de estado -es nuestro deporte nacional, subrayan algunos entre risas-. Con el paso de los años, se han traducido en un franchute oxidado por el calor del desierto y una interiorización radical del concepto de autoridad. 

Las nuances y las formules de politesse se evaporan en el sofocante ambiente, y a 40 grados a la sombra, los nigerinos han decidido apostar por la economía retórica y economizar vocabulario.  “Quien bien te quiere, te ordena”

Con un margen de error del 0,2%, me atrevo a apostar a que 9 de cada 10 chavales de entre 1 y 20 años, que me cruce en los siguientes 15 minutos me exigirán al pasar que "donne-moi cadeau" o que "il faut donner 100 francs"

No es una cuestión generacional, niños o ancianos, cada uno en su estilo, intentarán imponerte sus muestras de cariño a través de órdences claras y firmes. Tan pronto se atacan a tu paquete de tabaco al son de "il faut donner cigarette", que te plantan un enorme plato de arroz sauce arachide y te invitan a “il faut manger, madame”. El caso es dar órdenes: en la discoteca “il faut danser”, en el maquis “il faut boire”, en el mercado “il faut acheter”, en la fada “il faut s’assoir”, y a las cinco y media de la madrugada “il faut prier”. Il faut faire ceci ou cela pero il faut.

Hablan alto y claro en un francés un tanto raro, pero que mantiene lo esencial y les permite llamar a las cosas por su nombre. Al pan, pan, y al blanco, blanco.
No se andan con miramientos. Es más, se descojonan. Los niños se asoman a la puerta, se agrupan y dan codazos a los más despistados, por si no se han dado cuenta de que viene Uno. Cuando estás a la distancia adecuada, entre risas y susurros, blanden en alto su menudo índice y disparan al unísono: “Anasaraaaaa”, “anasaraaaaa”, “anasaraaaaa”. Y ya tienen de qué entretenerse todo el día.

En mi barrio, por lo menos, conocen mi nombre; alternan “anasaraa” con una montón de “palomaaaaa”, y otros apodos que han tenido a bien inventarse como “pameeela”, “pmala” y un excesivo y largo etcétera.

Al principio me ponía gafas de sol y hacía como que no había escuchado. Ingenua de mí que, como lo veía todo más negro, no me daba cuenta de que yo seguía siendo igual de blanca. Hasta que adopté su táctica y ahora les hago los coros, toda digna, gritándoles "borobiiiiiii" (negro). Como contra ataque no sirve, para ellos es el colmo del descojone, pero debe inspirarles algo de ternura. Así, en vez de pasar a las piedras, si les contestas vienen a chocarte las cinco a modo de reconocimiento por tu espíritu guerrero. Vamos, que me siguen persiguiendo igual por las calles, pero con menos sorna y más cariño. 

Y a la mínima que se descuidan, les suelto tan contenta: "toi, donne-moi cadeau, toi". Lo que no contaba, claro, era que me los dieran.

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